domingo, 5 de agosto de 2012

El significado del síntoma y la oportunidad de evolución


Por Marcelo A. Ikonikoff, extraido de Revista San Rafael, publicación trimestral de la Fundación San Rafael

Se escucha muy frecuentemente hablar de síntomas. Escuchamos que son molestias de distinto tipo, relacionadas con alguna dolencia más o menos importante, más o menos insignificante, que afecta nuestra salud o nuestra calidad de vida. Se habla hoy en día mucho de “tratar los síntomas”. ¿Nos estamos perdiendo algo?

Surge un dolor, cuál es el motivo? ¿Qué subyace? Podemos pensar este síntoma como un alerta, como un llamado, como una señal, un pretexto. Tenemos que dirigir nuestra atención a algo propio que requiere nuestra atención o la de otro. Quizás algo que tenemos que conocer, o incluso dar a conocer a otro que es parte de la respuesta.

¿Acaso me permito mostrar este síntoma en lugar de otro motivo que no aparece, porque no me lo autorizo o porque no emergió todavía en mi conciencia? El síntoma es muchas veces el motivo revelado de la consulta. Su trasfondo podrá ser compartido con el médico en la medida que surja una relación de confianza para empezar un diálogo con él, pero también conmigo mismo.

El síntoma es un camino de acceso a mis procesos anímicos y a mis procesos de conciencia. Si la conciencia se hace más presente en una de mis manos sentiré quizá un dolor en esa localización. Si se hace presente en mi corazón, sentiré en su palpitar algo que de otro modo no sentiría. He ahí la oportunidad de una pregunta: ¿qué de lo anímico o de mis fenómenos de conciencia, tanto en exceso o deficiencia se relacionan con la aparición de este síntoma?

Así esas “molestias” van tomando un sentido nuevo. Encuentro, por ejemplo, que acompañan en forma reiterada a sucesos de mi vida que no puedo resolver satisfactoriamente. Descubro que empiezan en algún momento en que lleve algo “dentro de mí” y se me manifiesta ahora, cuando una y otra vez respondo de igual manera a lo que me presenta la vida.

Un síntoma es entonces mucho más que una molestia que posiblemente apunta a una enfermedad. Es una oportunidad de conocer más acerca de nosotros mismos, y este es un privilegio del ser humano. Al tener la posibilidad de pensar, ese conocimiento nos permite encontrar el sentido de las cosas que vivimos, su significado, que es el punto de partida para poder trabajar sobre nuestras reacciones y aprender de ellas. Esa conciencia de nuestras reacciones nos ofrece un camino hacia la causa del síntoma, lo que constituye entre, otras cosas, la posibilidad de la evolución.

Para decirlo con las palabras de un conocido médico de orientación antroposófica, podemos ver a la tierra como una escuela. Cada individualidad espiritual tiene que aprender “algo” a través de su encarnación en este mundo. A través de este vínculo se le presentan posibles escenarios donde le será factible hacer ese trabajo de aprendizaje. Así, la familia, su entorno, el país y la cultura brindan las condiciones para el desafío de evolucionar. El síntoma y la enfermedad son parte de ese plan, y nuestra manera de afrontarlo nos dirá que podemos aprender.

Bibliografia sugerida
  • La enfermedad como camino – Thorwald Dethlefsen y Rudeiger Dahlke
  • El hilo de la vida – Gudrun Burkhard